HOMENAJE A LOS MAESTROS

Dr. Felipe Guerrero

Nuevamente los venezolanos conmemoramos el DÍA DEL MAESTRO en memoria a la fundación de la Sociedad de Maestros de Instrucción Primaria en el año Mil Novecientos Treinta y Dos.

En esta fecha, regreso espiritualmente a La Grita. Las alpargatas de nuestra infancia guardan en su memoria el incansable correteo, cuando ascendíamos jadeantes para decirlo con el poeta por esas calles «Que van subiendo al cielo  para poder tocar las nubes con las manos…».

Otro millón de veces bajamos en desenfrenada correría, acompañando a las furiosas ventiscas que descendían como grises sinfonías, apenas arropadas con frágiles ruanas de neblina.

Retornamos a la aldea para volver a la vieja Escuela Padre Maya, porque aquí en La Grita no se por que misteriosa paradoja ¡Todo calla!… La montaña se duerme y jamás inoportuna, con su eterno abrazo de bienvenida y sueña que se besa con la luna, en el tálamo negro de la noche.

En este volver a La Grita en esta fecha resulta obligante escribir sobre los afectos para tratar humildemente de enaltecer a esos seres, constructores de patrias. Ahí me encontré con ese largo desfile de rostros que portan la honrosa identificación de «MAESTROS».

Y hoy « vuelvo a recorrer el sendero trazado en mi cuaderno; vuelvo a beber del manantial de su palabras. Vuelvo a buscar la luz en sus sendas luminosas y a ver que los truenos amenizan la mañana… Vuelvo a escuchar sus voces huracanadas y a buscar la libertad en la luz del alfabeto…
Vuelvo a navegar en el mar de sus creencias, vuelvo a quemar la mala hierba con el fuego de sus valores y a sembrar corazones donde crecen los ab
rojos…».

Mis maestros se marcharon a dar clases en las escuelas del cielo. Hoy no es tiempo para el llanto porque mis maestros se fueron, pero quedándose. Las lecciones que nos dictaron en la escuela y en la plaza y en la calle, ahora son canciones que se alzan sobre la muerte. Hoy canto sin lágrimas, porque  la voz de mis maestros me sigue dictando lecciones de honradez, de trabajo y de transparencia. Mis queridos maestros me siguen hablando de los sueños, de los miles de sueños y del millón de utopías.

Esa pléyade de auténticos maestros nos recibieron en las aulas de la Escuela Padre Maya «Para darnos la patria como buena… Para darnos la patria sin dolor de palabra… Como se dan las patrias,  sin mojar las ojeras… Como se dan los ojos sin cortarles el día… Como se da la noche, sin cortarle la estrella… Como se da la tierra, sin cortarle los árboles… Como se dan los árboles, sin cortarles la tierra».

En un esfuerzo por remembrar mi escuela, al conjuro de una invocación, acude a la cita con la memoria, la venerable Escuela Padre Maya,institución con amplios corredores, con luz y sombra para todos; con gruesos muros agrietados exhibiendo una presencia centenaria. Frente a la casona la Plaza Jáuregui con árboles nervudos de ramas vencidas y arrugadas por el tiempo. Esa escuela siempre estaba llena de voces, trenzada de trinos y bañada de lluvia amanecida.

Una mañana de un lejano mes de septiembre del cual han pasado muchas lunas,  llegué a ese templo del saber siendo muy niño. En esta hora invoco el recuerdo de quienes fueron alfareros de mi arcilla: El maestro Julio Pérez me recibió en Segundo Grado pues ya había hecho pasantía de primeras letras en la escuelita de las Hermanas Orozco. Luego imprimirían en mi alma su sello formador las maestras Zunilde Zambrano Cárdenas, Regina Laya de Chacón, Rosario Rey de Garavito y Victoria Chacón de Díaz.

Estos maestros nunca trajeron urgencias a la escuela, porque para ellos era más importante enseñarnos el credo de la vida buena, el credo de las causas más humanas, oración que incluye la causa de la justicia y de la libertad de todos, para que todos puedan compartir el llanto y la lucha con los otros que también son hermanos.

Elevo un salmo de gratitud al Dios de la vida por haberme dado estos maestros y agradezco todo cuanto me regalaron,  porque en aquellas aulas nos enseñaban a multiplicar servicio, a sumar cooperación, a restar egoísmo y a dividir virtudes entre todos.

Hoy después de muchas lunas, en este «DÍA DEL MAESTRO», en un atardecer de palabras le tomo la tinta a la aurora para rendirle homenaje a los MAESTROS VENEZOLANOS.

Imagino que Platón se hubiera alegrado de haberlos conocido, San Juan de la Cruz hubiera comprobado que sus palabras tenían protagonistas y destinatarios, San Francisco no hubiera deambulado solo por Asís. En estos tiempos malos, cuando se irrespeta la dignidad de la persona, está bien que queden maestros que nos ayuden a continuar la obra que hicieron mis maestros; porque ser Maestro es la más hermosa y la más abnegada manera de ser persona. Por eso en esta fecha, rindo HOMENAJE A LOS MAESTROS