«EN LA CUMBRE».

Dr. Felipe Guerrero

Gustavo Mendoza

Voy cargando un pesado saco de tristezas… Se han marchado queridos familiares y entrañables amigos.

Cada vez que conozco de seres queridos que toman su morral y se ponen en camino hacia la patria de la eterna primavera; intento ir al puerto para pronunciar el adiós definitivo. Siento que no puedo estar ausente… Tengo la obligación de llegarme hasta el malecón de las ilusiones, para acompañar a mis hermanos de la sangre y mis hermanos del afecto en la última hora de su partida. Por eso me duele vivir este momento que nos impide asistir al muelle de las grandes despedidas. Sólo el resplandor de sus vidas me permite contemplar a la distancia su viaje hacia el cielo azul por el camino que cada uno abrió a golpe de incansable y fatigosa lucha.

Acaba de marcharse Gustavo Mendoza. Al enterarme de su partida, con el corazón herido apenas pude asomarme a la ventana. Contando con la sola compañía de un cielo gris plomizo y con esa pesadumbre que se introduce en los pliegues del alma, sólo pude levantar mi mano para batir el pañuelo verde de las despedidas.

Gustavo Mendoza pertenece al grupo de muchachos que luego de la caída de la anterior dictadura militar,  nos incorporamos con profunda esperanza a esta causa de fe en la cual hemos peregrinado sin desviarnos del camino cierto de los principios, frente a otros que cambiaron la ruta por las cómodas veredas del oportunismo. Con Gustavo Mendoza integramos las filas de la Generación del 58 que inundó los aires de la patria con el canto del «Juventud victoriosa, victoriosa, victoriosa…».

Tal como en aquellas lejanas estaciones, hoy seguimos convencidos que somos parte de una comunidad en la cual hemos bregado de verdad por la justicia social. En esta hora al despedir  a Gustavo Mendoza, pregonamos el compromiso de lucha a favor de los sectores explotados y excluidos del campo. Buena hora para renovar el reclamo del apóstol Timoteo quien  proclamaba que si «El Agricultor se esfuerza en su trabajo, debe ser el primero en gozar de los frutos de su labor».

El liderazgo nacional de Gustavo Mendoza en el sector agrario, se reforzaba con la diaria batalla que en esta tierra libraban abanderados de la Federación Campesina o de la Asociación de Caficultores como  Teótimo Depablos, Daniel Alfonso Sandoval, Darío Parra o Julio Vivas entre otros. Gustavo Mendoza fue una persona como aquella que describe Primo Levi: «Era un hombre íntegro, sencillo, humano, servicial, humilde, firme y flexible…».

En cierta oportunidad, en un ascenso al páramo del Zumbador, Gustavo Mendoza me dijo: «Este cielo Tachirense es alto  porque lo levantaron los campesinos de tanto mirarlo». En esta hora siento que nos hemos despedido, sin embargo, puedo asegurar que seguimos ascendiendo estas elevadas montañas, hasta alcanzar la definitiva liberación de nuestro pueblo.

Como líder del Movimiento Agrario contribuyó con fe y con entusiasmo para lograr la apertura del Centro de Formación que ayudamos a construir desde la «Fundación Rerum Novarum» impulsados por el Padre Luis Ernesto García. Ese centro ha sido y es el mejor paraninfo, para proclamar la voz de nuestros campesinos como personas con elevada dignidad, darles herramientas para su lucha liberadora y hacer de los agricultores el objeto de nuestra interpelación como cristianos.

Con Gustavo Mendoza dimos importantes pasos para pagar nuestra deuda histórica con los hombres y mujeres del campo venezolano. Porque esa deuda es de todos, de todos y de cada uno de quienes nos hemos nutrido de los productos que extrajeron de la tierra las manos incansables de los labriegos que desde el amanecer hasta el anochecer han transformado las montañas y planicies de Venezuela en un paraíso de árboles frutales, arados fértiles y de todo tipo de cultivos.

GUSTAVO... Me quedo con las ganas de decirte «Adiós», pero me quedo también con la imagen de aquel amigo que siempre sonreía y con el que en noches de vigilia, en el Centro de Formación de la «Fundación Rerum Novarum», mirando el cielo de Peribeca,  le colocábamos nombres a las estrellas.

Espero que descanses lleno de paz en ese lugar del firmamento donde ya no existe el tiempo. Y si existe, que no se detenga. Allí nos encontraremos de nuevo, amigo. Y seguiremos poniéndole nombre a las estrellas.

Hermano… Seguro que nos vamos a reencontrar… Nos reencontraremos «EN LA CUMBRE».