«DÍA DE LA MADRE AUSENTE»

Dr. Felipe Guerrero

Este domingo se recuerda en Venezuela y en otros países del mundo  el «DÍA DE LA MADRE». Por este tiempo, cada año la mañana se despertaba cargada de con  generosos obsequios que pregonaban  espigas luminosas para la liturgia de la bienaventuranza a la madre. En tiempos pretéritos,  esta fecha siempre era la mejor ocasión para aprender que dar  es una bendición y recibir es una  valoración de corazones agradecidos. Para todas las madres, el mejor de todos los regalos era la presencia de una familia feliz, en donde esa extraordinaria mujer quedaba envuelta entre el uno en el otro de los hijos.

En la hora actual, una multitud de buenos recuerdos se me emborronan con las lágrimas. ¡Cuánto duele la soledad de unas noches tan sin luna para alumbrar nuestros pasos y con la ausencia de las estrellas para que nos acompañen!.

Siempre por esta estación regreso espiritualmente a mi aldea. Las alpargatas de nuestra infancia guardan en su memoria el incansable correteo, cuando ascendíamos jadeantes para decirlo con el poeta por esas calles «Que van subiendo al cielo  para poder tocar las nubes con las manos… Calles de mi niñez calles tranquilas que empinando se van detrás de la neblina».

Me reencuentro con las furiosas ventiscas que descienden como grises sinfonías, apenas arropadas con frágiles ruanas de neblina. En este «DÍA DE LA MADRE», aquí en mi terruño no se por que misteriosa paradoja ¡Todo calla!… La montaña se duerme y jamás inoportuna, con su eterno abrazo da la bienvenida y se besa con la luna, en el tálamo negro de la noche.

Ha pasado ya un largo tiempo desde que mi madre partió a la patria celestial y aún la sigo amando como cuando estaba aquí conmigo. Es por eso que no hay año en que no celebre por ella este día, porque mi madre es como un hermoso arcoíris. Ella está presente en mi vida cuando hay «sol» y siento su abrazo protector cuando hay «lluvia».

Hoy muchos hijos en el forzoso exilio van a sentir igualmente el abrazo de la madre ausente. En esta marcha forzada por este desierto venezolano muchos compatriotas se fueron presurosos a otras tierras en busca de un oasis de libertad y a la hora exacta de la partida al puerto de la separación llegaron muchas madres llorando, en un silencio sin lágrimas. En el torbellino de aquel puerto, a la hora exacta de la partida madre e hijos intentaron pronunciar un ¡Adiós…!. Pero… ¿Cómo se le dice adiós a alguien de quien no queremos despedirnos?.

En esta fecha de melancolía ya no hay celebraciones. Muchos corazones lloran la partida de las madres ausentes aun cuando su presencia espiritual vive encendida como una llama con la convicción de que un día madres e hijos se volverán a ver para fundirse en un abrazo eterno.

Este «DÍA DE LA MADRE»  es una fecha de lluvia y terminamos naufragando en un silencio. En esta hora, el viento susurra una canción triste y con  el azote de su lengua helada nuestros ojos se convierten en páramo reseco. Hoy llueve y tengo la voz nublada por palabras grises con sabor de tormenta.  Llueve y junto a la obstinada llovizna el viento frío nos cuenta que muchos hijos no celebrarán el «DÍA DE LA MADRE»  porque murieron en el exilio  y la familia se vistió de ausencia…

A pesar de la lluvia, sé que hay un sol al acecho, por eso en medio de la lluvia seguimos navegando en la barca de la esperanza, con la seguridad de reencontrarnos madres e hijos en el puerto donde siempre hay buen tiempo, porque se vive en eterna primavera y al vestirnos de cielo somos capaces de cruzar limpiamente las nubes grises.

Entretanto nos quedamos desenredando el silencio de los que partieron,  desmadejando ráfagas de aire y guardando el brillo de sus lecciones de vida. Ahora anudamos los sonidos estridentes de la dura realidad y sentimos envidia porque muchas madres e hijos ya disfrutan de las armonías de los coros celestiales, porque entregaron toda su confianza en Dios, en ese Dios  que nos mira desde el cielo, que se hace presente en la lluvia y que de tanto llover  se nos acerca para regar al mundo de esperanza a fin de que germinen abundantes cosechas de buenas obras.

Celebramos la eterna presencia de la Madre Ausente