El Incendio

El Incendio “La Mejor Casa para Comprar Todo”

autor Dumar Ramírez (dumar.ramirez@gmail.com)

Don Carlos Ramírez A.
Propietario
Don Carlos Ramírez A.

Esta frase que era el lema comercial que elaboró mi Padre Carlos Ramírez A. para su Librería y Quincallería, siempre me recuerda el espíritu emprendedor y visionario de una persona que surgió de la nada con un esfuerzo gigantesco y marco huella en la vida de muchísimas personas.

 Hablando con unos conocidos en un evento del bautizo de un libro que escribió el amigo Porfirio Dávila quien es una combinación de Veterinario y Poeta, me preguntaron si yo tenía escrito algo sobre esa vida especial de mi Padre, y yo conteste con sinceridad que no lo había hecho porque me causaba una gran ansiedad cuando pensaba en ello y me sobrecogía la ausencia física de mis Padres.

Pero luego pensé que en realidad seria hermoso poder compartir algunos aspectos de la vida de mi viejo con aquellos que más o menos lo conocieron y con otros que ni siquiera han oído hablar de él. Así que aquí estoy, tratando de traer a mi memoria esos aspectos especiales de mi Padre y ponerlos en palabras, aunque yo no tengo la habilidad de los escritores, poetas y amigos que son tan especiales para expresar sus sentimientos en palabras como Felipe Guerrero y Antonio Ruíz (D.E.P.).

Mi Padre, Carlos Ramirez Altuve (mejor conocido cariñosamente como Don Carlos), nació en la Granzonera, cerca de la Petrolea, Táchira, Venezuela un martes 27 de diciembre de 1904. Su padre Don Ernesto Luna y su madre Doña Paula Ramirez, se vieron en la necesidad de abandonar esas tierras debido a los daños causados por el terremoto del 10 de Julio de 1919 en horas de la noche y se reubicaron en “Cerro Negro” , en la zona de “Pata de Gallina”, una montaña que se encuentra en la vía de la Petrolea hacia la ciudad de Rubio, Distrito Junín del Estado Táchira, donde vivieron con los hermanos de papá :Tulio, Antonio y su hermana Rita.


En esa época, finales de los años diecinueve, mi padre siendo tan joven, en lugar de estar jugando como los otros niños, se trasladaba a pie por los caminos reales hasta la ciudad de Cúcuta, del Norte del Santander de Colombia, para comprar queso y otros bienes, y los traía sobre sus hombros hasta la ciudad de Rubio para así comenzar su vocación de comerciante. Luego con sus ahorros, logro incrementar el negocio trayendo maletas con mercancía y algunas medicinas, lo cual era bien recibido por los campesinos en las haciendas de la zona, ya que no tenían otra forma para abastecerse.


A principios de los años veinte, ya tenía un arreo de mulas e intercambiaba mercancía con otros comerciantes que venían de otras zonas de los Andes. Y finalmente en 1927 pudo abrir su negocio de Librería y quincallería en la ciudad de Rubio, frente a la plaza Bolívar la cual denominó: “El Incendio” con el fin de llamar la atención, ya que los incendios eran eventos que repercutían mucho en la mente de los pobladores de la época, y era su atractivo publicitario.
Ya para esa época, se había casado con mi madre Leo Omaña de Ramirez (en realidad su nombre completo era Leopoldina, pero no le gusto nunca que la llamaran así), hija mayor de Don Alejandro Alarcón y Doña Victoria Omaña, propietarios de la Hacienda “Santa Teresa” e impulsores de la producción de Café de la región con la Empresa “Alarcón Hermanos”.


Mi madre, fue un gran apoyo para mi Padre en su lucha por crecer intelectualmente, ya que él nunca asistió a una escuela por estar todo el tiempo trabajando por el sustento y fue ella quien le enseño a leer y a escribir. Y mientras arrancaba su proyecto de la Librería, ella abrió una lavandería en su casa en Rubio para apoyarlo económicamente.


Pero, la tenacidad de mi viejo fue enorme, no solo aprendió tardíamente a leer y a escribir, sino que lo hizo magistralmente. Su caligrafía, basado en los cuadernos conocidos como caligrafía “Palmer” , era hermosa y elegante y su avidez de conocimiento le hacía leer todo lo que podía caer en sus manos y eso lo impulso a contactar editoriales famosas internacionales como la Editorial Kapeluz, de Buenos Aires Argentina. y otras Editoriales de La India.


En esa época de Rubio entre 1927 y 1936, Don Carlos realizó múltiples experimentos de comercialización, pero me gustaría señalar dos en particular que demuestran su visión de comerciante. El primero fue la creación de unas estampillas que daba a sus clientes de acuerdo al monto de la compra para que llenaran unos cuadernillos que les otorgaba, para que posteriormente se dirigieran a otro sitio donde él se los cambiaba por mercancía. En Estados Unidos de América, en los años 40 apareció esta forma de mercadeo y lo llamaron “Green Stamps” y luego en los años 50 hasta los años 60 fue el apogeo de esta forma de mercadeo con los famosos “Blue Chip Stamps”. El segundo resulto ser en el área de entretenimiento. Don Carlos alquiló una casa en Rubio y trajo de Bucaramanga, Colombia a una orquesta completa para formar una especie de club de baile, donde el cobraba porque la gente bailara, fue el pionero de lo que posteriormente se conoce como “Discotecas”. 
A Don Carlos, le gustaba mucho la música, el tocaba el tiple colombiano y una vez en esa época, se ganó en Villa del Rosario de Cúcuta, un campeonato de baile de Valtz junto con Doña Leo.


A finales de 1936, él vio la oportunidad de ampliar sus horizontes si trasladaba su negocio a la Villa de San Cristóbal, que empezaba a crecer comercialmente y que requería de empresarios con visión de futuro.  Y en 1937 inaugura la “Librería y Quincallería El Incendio”, la mejor casa para comprar todo, frente a la glorieta de la plaza Bolívar de San Cristóbal, entre la Botica el Águila y el Almacén la Flecha Roja, en la carrera 7 (hoy Séptima Avenida):