Hoy regreso a La Grita que es mi terruño y me invade la nostalgia paralizándome el alma. Busco al niño pequeño que en los días iniciales de Agosto compartía con sus paisanos los hermosos festejos en honor a María de Los Ángeles.
Y… a la madre del cielo le digo con palabras que quisiera mías: «He llegado y vengo a verte. Aunque ausente yo me encuentre, siempre te llevo en mi mente. No me importa la distancia. La distancia no es olvido. Es solamente testigo de un amor que nunca olvido»
Hay en el corazón humano un impulso de transformar los recuerdos en palabras. Contar lo que ha pasado hace muchos años, construir una historia de reminiscencias, se puede explicar como una necesidad, una urgencia que nos lleva inevitablemente a valorar el diálogo como parte fundamental de la condición humana. Por estos días volvemos a La Grita a reencontrarnos con las aventuras que siguen narrando los viejos junto al fogón o los sabios alrededor de una hoguera o la familia en la mesa del comedor. Son los momentos que anhelábamos de niños y que hoy cubiertos de canas seguimos anhelando.
Buscamos memorar, dejar constancia de lo que hemos visto. Es como decía Octavio Paz una «consagración del instante» que puede ser evocado innumerables veces a través de la palabra y ese tejido de palabras es perfectamente fechable
Rastreando en mi memoria dejo constancia que siendo muy pequeño fui discípulo del Padre Sandoval. Al evocar su testimonio de vida, resulta prudente acercarse a la creación de Robert Sarah quien en un párrafo de su obra «Se hace tarde y anochece» dice que: «Es urgente que los cristianos digan a los sacerdotes quiénes son. Es urgente que dejen de pedirles que sean amigos simpáticos. ¡Hoy me gustaría que cada cristiano saliera en busca de un sacerdote y le diera las gracias por lo que es! : ¡Una persona radicalmente entregada a Dios a través de sus hermanos!»
La lectura de ese inciso me llevó a elevar un Salmo de Gratitud a Dios por haberme brindado la oportunidad de ser monaguillo y alumno del Padre José Teodosio Sandoval y le agradecí porque este hombre fue: Un Auténtico Maestro.
El Doce de Marzo de Mil Novecientos Veinticinco, con sólo unos meses de su ordenación sacerdotal llega a conducir los destinos de la Parroquia de Nuestra Señora de los Ángeles de La Grita.
Desde ese momento y hasta el día de su nacimiento a la vida eterna el Trece de Enero de Mil Novecientos Ochenta y Cinco llevará con indiscutible acierto «La Buena Noticia» a quienes nos correspondió peregrinar por aquellas hermosas montañas andinas.
El Padre Sandoval dedicó disciplinadamente sesenta años de su existencia, sus mejores años de su vida a servirle a La Grita y partiendo de este espacio de la tierra chica a interesarse y trabajar por la patria grande. Desde su eficaz ejercicio como rector de la comunidad de Nuestra Señora de los Ángeles de La Grita impulsó las transformaciones que nos mantienen como una moderna colectividad. La amplitud de horizontes que nos caracteriza no es ajena a esa tarea que desplegó con empeño, como no lo es igualmente su protagonismo en la construcción y desarrollo de obras como la Escuela de Música Santa Cecilia o el imponente Templo Gótico que sirve de hogar a María de Los Ángeles.
Las enseñanzas recibidas del Padre Sandoval sobre el Jesús de Nazareth, el Dios de la liberación me sostienen y alientan en el corazón de tantas noches que nos ha tocado vivir.
El dolor de la ausencia de este profeta, nos recordará siempre la grandeza y la vigencia del mensaje cristiano.
En muchas oportunidades, en esas permanentes lecciones que eran arengas de temple y de valor tomaba el texto bíblico para decirnos: «Sean fuertes y valientes. No teman ni se asusten, pues el Señor siempre los acompañará; nunca los dejará ni los abandonará» (Deuteronomio 31,6).
Quienes conocimos al Padre Sandoval damos fe que fue un sacerdote luchador, dedicado y valiente. En algún momento me dijo: «Le he prometido a Dios servir a la comunidad hasta mi último aliento».
Hoy regresamos a La Grita… Vamos a celebrar otro encuentro con María de los Ángeles. A la hora del retorno recordamos al Padre Sandoval: UN CURA QUE HIZO HISTORIA