El presidente Carlos Soublette, mucho antes de morir y estando los hermanos Monagas en pleno apogeo en el poder, le dijo a sus hijos a modo de recomendación: «Váyanse de Venezuela y no regresen porque esto no tiene composición». Esta expresión ha sido repetida por muchos padres y ha sido inmenso el número de hijos que se han ido y otros continuarán yéndose a menos que aparezcan los maestros que cumplan su tarea como sembradores de valores y cultivadores de esperanzas.
En todas las horas en las cuales los venezolanos han dudado del destino de su patria, en todos los momentos en los cuales muchos creen que nuestra nación había perdido su vitalidad, en todos los instantes en los cuales muchos tiemblan y preparan su fuga más allá de las fronteras patrias, en los días oscuros en los cuales surge como una especie de amargura y escepticismo sobre las instituciones; aparecen los maestros que traen al aula y a la calle una respuesta, que es una afirmación de fe frente a la duda, que es una semilla de confianza para cultivar en este suelo. Esos son los predicadores que con su verbo y con su testimonio de la seguridad están convencidos e inducen razonablemente a otros de que frescos y numerosos oasis nos esperan al final del desierto. El testimonio de esos educadores niega e invalida la recomendación de Carlos Soublette.
Uno de esos maestros fue LORENZO MONROY. Un venezolano que nació el Cinco de Febrero de Mil Novecientos Veintitrés en Altos de Alineadero, en las cercanías de Rubio, el suelo del café y del humanismo. Nacer y crecer en estas tierras le permitió a LORENZO MONROY convivir en un territorio que era y es un lugar místico al cual se llega en busca de paz, con sus cerros guardianes que son abrazados por la neblina. La influencia de esa aldea que era la patria chica, se transformará en acicate y estímulo para trabajar por la construcción de la patria grande. Cuánta razón tenía Paul Claval al afirmar que «En la medida en que el recuerdo de las acciones colectivas se enlaza con los caprichos de la topografía, el espacio se convierte en territorio».
La belleza de ese rinconcito impulsó al joven LORENZO MONROY al deseo de saber más de las personas y de su cultura, razón por la cual era necesario usar los ojos de la intensa lectura y de la profunda investigación.
Esa preocupación le lleva a estudiar en el prestigioso liceo «Simón Bolívar» de cuyas aulas egresa con el título de Bachiller cuando esa institución era dirigida por otros brillantes maestros como Manrique Castillo, Jorge Semidey, Augusto Cárdenas y Armando Rojas, siendo Subdirector a Luis Martin Suárez. Entre sus compañeros de aula y de grado figuran Humberto Araque, Horacio Cárdenas Becerra, Ramón Romero, Arcadio Maldonado, Domingo Maldonado, Ramón Becerra, Hernán Moros, Aarón Toledano, Rafael María Rosales y Gustavo Sánchez.
Al concluir su bachillerato parte para la Capital de la República y cursa estudios de Ciencias Sociales en el Instituto Pedagógico de Caracas donde obtiene con honores el título de Profesor. Posteriormente realizó estudios avanzados de Gerencia en la Universidad Central de Venezuela, realiza su maestría en Administración de Educación Superior en los Estados Unidos donde cursa estudios en la Universidad de Wisconsin y luego concluye en Caracas el Doctorado en Educación.
Toda su vida la dedicó a la Educación venezolana. Fue Profesor de Geografía de Venezuela, en distintos planteles de Educación Media en Caracas, fue Subdirector del Liceo Simón Bolívar donde había cursado su bachillerato, fue Profesor del Instituto Universitario Pedagógico de Caracas, fue Profesor Asociado en Wisconsin USA, fue Profesor de la Escuela de Educación de la Universidad Católica Andrés Bello y Asesor de la Universidad Simón Bolívar.
No podemos olvidar que LORENZO MONROY fue el Rector-Fundador de la querida UNIVERSIDAD NACIONAL EXPERIMENTAL DEL TÁCHIRA. Al concluir su brillante gestión, toma la brújula para conducir a la Universidad a puerto seguro otro brillante maestro Tachirense, el Doctor Jorge Francisco Rad Rached.
El Todopoderoso y la existencia me regalaron el privilegio de la amistad con estos dos grandes maestros, por eso hoy doy gracias a la vida, por eso hoy soy más amigo de Dios.
Compartimos la inolvidable experiencia de la larga lucha por la creación de nuestra universidad. Pertenezco al grupo de Tachirenses que nos vimos obligados a emigrar porque en nuestra tierra no había una Casa de Estudios Superiores.
Como LORENZO MONROY fui a la Capital de la República y como él cursé estudios en la misma especialidad de Ciencias Sociales en el viejo Instituto Pedagógico de Caracas, hoy Universidad Pedagógica Experimental Libertador.
LORENZO MONROY fue Presidente de la Junta Directiva Nacional del Colegio de Profesores de Venezuela y de la Seccional del Estado Zulia. Por decisión de los colegas de la institución, a mi me correspondió integrar la Junta Directiva Nacional y presidir durante varios períodos la Seccional Táchira del querido Colegio.
Ese compartir inolvidables experiencias, nos permitió intercambiar personalmente ideas sobre la educación con LORENZO MONROY, tanto en foros académicos en la universidad como en reuniones de intensa discusión, así como en largas, informales y muy humanas conversaciones
Buenos momentos para pensar y repensar el sentido de la vida, el compromiso y la trascendencia. Esos fructíferos encuentros nos permitieron conocer al profundo, auténtico y comprometido ser humano que envolvía y cobijaba al intelectual y pedagogo, que miraba de nuevas maneras a los más des protegidos, a los explotados de siempre.
El próximo Cinco de Febrero se recuerda el Centenario del Nacimiento de este Maestro de nuestra tierra
El Táchira no puede ser un lugar para la agonía del recuerdo agradecido, sino la tierra donde resucite la memoria de la gratitud para quienes han sido maestros de la esperanza.
Solo deseamos que este Centenario del nacimiento de LORENZO MONROY sirva para que las instituciones universitarias, las academias, los centros de investigación y los educadores en general compartan con nosotros el deseo de mantener vivo y fresco el pensamiento de ilustres venezolanos como LORENZO MONROY.
Nuestra gran aspiración es que los maestros dejen de morir del mal de patria para que vivan la pascua de la Gratitud.
Al citar la máxima de Epicteto «Harás grande a tu pueblo, no levantando el tejado de sus casas, sino alzando el alma de sus habitantes», Mario Briceño Iragorry asegura que «Sin la valoración del espíritu, los pueblos son meros rebaños». Valorar el espíritu, esa fue la misión que se propuso y realizó durante todo su peregrinaje terrenal LORENZO MONROY,
El tiempo, juez sabio y seguro, reconocerá por encima de agradecimientos contingentes la trascendental labor desarrollada por LORENZO MONROY como maestro y tenemos la certeza de que lo ubicará como un académico excepcional.
Se afirma que «Hacer memoria o conmemorar significa algo más que recordar. Significa traer al presente las experiencias vividas para interpretar y asumir la situación actual con conciencia crítica. Si además, ese conmemorar se vuelve un agradecer, entonces la conciencia crítica se transforma en celebración y reflexión para el futuro». Al recordar la obra de LORENZO MONROY, los venezolanos estamos haciendo MEMORIA AGRADECIDA