«Ventana de Recuerdos»

Dr. Felipe Guerrero

Nací en La Grita pero crecí en «Caricuena» entre cántaros de leche. Esta referencia es un relato metaficcional porque se corresponde con una narrativa autorreferencial. En efecto,  siendo muy pequeño llegamos a «Caricuena». Nos trasladamos a esa aldea gracias a la generosidad de unos familiares que nos ofrecieron alojamiento en su hogar, ante las dificultades económicas en las cuales vivíamos en La Grita. Nos «mudamos» con la compañía de mi madre, mi «Nona» y mi hermana.  Permanentemente el  corredor de esa casa en «Caricuena» estaba repleto de «Cántaros», esas vasijas grandes para conservar y  transportar la leche. Cada día observaba con curiosidad como vaciaban la leche en esos recipientes de boca estrecha, de vientre abultado y que tenían dos asas para alzarlas y atarlas al burro o a la mula que las trasladaba hasta La Grita.

Recordar esa infancia, es volver a  las entrañas de un pasado con muchas carencias pero con una alegre sencillez. Ahora evoco algunas pinceladas de cuanto sucedió en mi niñez y mi adolescencia hasta el año 1965, hace sesenta años cuando recibimos el Título de Bachiller en el  Liceo que tiene por epónimo el nombre del ilustre maestro JESÚS MANUEL JÁUREGUI. Intento reconstruir esa historia con trozos de papel, con retazos de palabras que vienen enredadas con remembranzas y amasadas con sal amarga pero también con porciones de alfondoque, el sabroso dulce hecho a base de la miel de la panela; porque las lágrimas no siempre son de amargura.

Al pretender  recomponer los recuerdos busco restaurar las reminiscencias del tiempo de nuestra graduación de bachilleres, en un  intento para reconocerme en el pasado y en este reencuentro busco peregrinar por las estrechas veredas que unen mi presente con los jardines de mis remembranzas

Resulta imposible dejar de lado las experiencias vividas en esos años. Son parte de mi historia personal. Crecí junto a mi abuela, mi madre y mi hermana. Estas mujeres padecieron una vida que no merecían, como millones de desposeídos en el mundo.

El 26 de Septiembre de 1952 se decreta la creación del Liceo y a los pocos días, el 30 de Septiembre de ese mismo año por disposición de la Junta de Gobierno y Resolución N° 0582, mi madre es nombrada Cocinera de la institución con un sueldo quincenal de Cuarenta Bolívares (Bs. 40, oo).

Ya con esos ingresos era posible conseguir una vivienda en alquiler en La Grita a fin de cumplir el sueño de mi madre quien insistentemente decía: «Tienes que ir a la Escuela para que aprendas a leer». Esa mortificación  representa la expresión de una mujer que asignaba un alto valor a la escuela aun cuando ella padeció las grandes limitaciones de  la vida de los analfabetas.

En el filo del tiempo,  recuerdo que por feliz coincidencia, en  la Carrera Siete, a una media cuadra de la vivienda que alquilamos,  entre las calles Uno y Dos se encontraba la casa de los hermanos Orozco. En ese hogar aprendimos a leer y escribir; esa fue  nuestra primera escuela. Las Hermanas Orozco, bajo la coordinación de Sarita Orozco y con el apoyo de Genoveva Orozco y Gumersinda Orozco daban clases de primeras letras a niños y ampliaban esa formación con nociones básicas de matemáticas. En esa escuela con la generosidad de los Hermanos Orozco recibimos las herramientas iniciales  para aprender a leer y a realizar operaciones matemáticas básicas.

Esta vía de la Carrera Siete entre las calles Uno y Dos, por la cual caminaba todos los días siendo muy niño, era un territorio donde se respiraban expresiones artísticas en cada espacio. Era un territorio que permitía explorar las emociones humanas y descubrir pensamientos profundos. Ese lugar nos llevaba a la lectura y a la escritura. Ahí nos encontrábamos constantemente con figuras como la del genial artista Pepe Melani.

Al recordar a las hermanas Orozco como mis primeras maestras, no puedo dejar de mencionar nuestro otro vecino, el experto educador Fidel Orozco distinguido alumno del Colegio Corazón de Jesús, quien fue condiscípulo de Antolín Parra y maestro de Alberto Adriani. Ya en aquel lejano tiempo era un visionario y un militante de la educación para la liberación. Ese territorio también era frecuentado por el  inolvidable poeta Don Teodoro Gutiérrez Calderón.

Ese era un espacio de luz.  Una amiga poetisa dijo en uno de sus versos «Ahí seremos luz» y  puedo asegurar que nunca  una poetisa fue tan exacta  ni tan humilde como ella.  Ese era un espacio de luz.

Nuestra Educación Primaria la finalizamos en la Escuela Nacional Graduada «PADRE MAYA». En un esfuerzo por rememorar aquellos tiempos, al conjuro de una invocación, acude a la cita con la memoria, esta venerable  institución con amplios corredores, con luz y sombra para todos; con gruesos muros agrietados exhibiendo una presencia centenaria. Al lado se localizaba el Colegio creado por Monseñor Jáuregui, Frente a aquellas inolvidables casonas se encuentra la «Plaza Jáuregui» o mejor el «Parque de los Saberes».

De ese ambiente salimos en el mes de Julio de 1960 para iniciar nuestros estudios de educación media.

En el mes de septiembre de 1960 al comenzar la formación de bachillerato, nos encontramos con otros rostros que nos acompañaron hasta el mes de Julio de 1965, cuando hace sesenta años nos graduamos en la Promoción «JOSÉ FELIZ RIBAS»

Con Treinta y Seis amigos como Bachilleres en Ciencias concluimos esa etapa de formación. Los que integramos nuestra Promoción en Humanidades éramos un reducido grupo de Once compañeros. Esos cinco años, fueron para mí un período de hallazgos, aprendizajes, pero sobre todo de descubrimientos y redescubrimientos de entrañables amigos. En esta hora, los recuerdos afloran y logramos estrechar la sintonía de la hermandad,  gracias a la dulzura que sólo el tiempo otorga. A sesenta años de nuestra despedida, utilizo la expresión de Pablo Neruda para preguntarme: «Todos los que antes éramos…¿Cuántos somos ahora?. Nosotros los de entonces ya no somos los mismos».

Recuperar el pasado implica acceder a él desde el presente, a través del camino vivido. Es el recuerdo que rescata y reconstruye ese tiempo, porque ahora es la memoria la que hace visible lo invisible, la que permite juntar lo que hemos sido y lo que somos. Ahora al escribir con el lápiz del recuerdo, reúno en un solo ramillete los nombres de los hermanos que conformaban la Promoción «JOSÉ FELIZ RIBAS».

El grupo de Bachilleres en Ciencias lo integraban Carmen Benilde Guerrero, Nerva Josefina Méndez, Ligia Esther Mogollón, Carmen Marleny Méndez, Nancy Margarita Mogollón,  Ramón Alipio Alcedo, Antonio Andrade, Luis Eduardo Camacho, Jesús Emilio Dávila,  Pedro Aponte, Gilberto García, Rafael Antonio Dávila, Roberto Ramón Gómez, Reinerio González, Eleazar Humberto Labrador, Jesús Gregorio Lozano,  Luis Martínez, José Alberto Mercado, Erasmo Mora, Aristóbulo Moreno,  Fernando Niño,  Jackson Ochoa,  Carlos Gilberto Ostos, Lilio Ramón Gotera, Orlando José Ostos,  Gustavo Adolfo Zambrano, Domingo Alberto Pabón,  Hernán Gonzalo Pérez,  Mario Pérez, José Antonio Prato, Jorge Luis Velazco, Carlos Antonio Rangel,  Antonio Ramón Velandria,  Jaime Velazco, Albio Vivas y Jorge Heriberto Zambrano Lupi.

El reducido grupo de BACHILLERES EN HUMANIDADES apenas alcanzaba un total de once obstinados y voluntariosos militantes de la utopía que recuerdo perfectamente pues a toda hora compartíamos la amistad que hoy con el paso de los años extraño,  pues algunos están cerca, otros están lejos y otros se marcharon más allá del sol,  como unos adelantados de la luz. Sus nombres son: Fabio Chacón, Eleazar Zambrano, Carmen Gisela Gómez, José Baldomero Guerrero, Digna Rosa Zambrano, Víctor Sánchez, Ana María Zambrano, Virgilio Zambrano, Evelia Patiño, Ana Varela,   y Felipe Guerrero.

Hace sesenta años partimos y ahora regresamos. Cuánta razón tenía CÉSAR ISELLA, esa figura relevante de la canción popular latinoamericana cuando afirmó  que «Uno vuelve siempre a los viejos sitios donde amó la vida» porque un día nos despedimos «De las simples cosas… Esas cosas simples que quedan doliendo en el corazón… Y entonces comprende, cómo están de ausentes las cosas queridas»

Ahora luego de Sesenta Años regresamos. Puedo decir con Andrés Eloy que es «El regreso de los hijos y los nietos, feliz de tus estancias favoritas y enredada la lengua de alfabetos…». Para este retorno es necesario abrir esta «VENTANA  DE  RECUERDOS»

1 Comments

  1. Roberto E. Avendaño

    Excelente Crónica de tus años juveniles acompañado de tantos y buenos amigos que alcanzaron sus metas de educación Secundaria para luego poder tomar el rumbo de nuestro país cada uno en las aspiraciones profesionales para servir a este querido y bello pais por el cual han luchado tantas generaciones para que todos vivamos como Dios nos lo manda. Saludos Felipe. Gracias por tan buena y excelente nota…

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