
MAESTRO… Han pasado muchas lunas desde que te vestiste de ausencia y nadie puede decir que te hemos olvidado. Cómo no recordar a una persona que vivió dignamente.

El viernes Siete de Febrero del año Dos Mil Tres, se marchó el Maestro RAFAEL ARELLANO MORA. Se nos fue más allá del sol y su partida la hizo en silencio, sin hacer ruido, con ese sigilo sereno que le caracterizaba y sin disimular que añoraba dar el paso adelante, hasta la otra orilla. El sábado Ocho de Febrero nos trasladamos hasta San Juan de Colón para acercarnos al malecón de las eternas despedidas. En esos días iniciales del año Dos Mil Tres, el Maestro RAFAEL ARELLANO MORA vestido con el traje de sus buenas obras, viajó hasta la tierra prometida, a esa tierra que es tan suya y por eso siempre peregrinó los limpios caminos que conducen al paraíso.
Los días iniciales de aquel año, fueron momentos de intensa lluvia y con la partida del Maestro, terminamos naufragando en un profundo silencio. En aquella hora lluviosa del mes de Febrero del año Dos Mil Tres, hace Veintidós años, el viento susurraba una canción triste y con el azote de su lengua helada nuestros ojos se convirtieron en páramo reseco. En este momento de lluvia levantó vuelo a la infinita patria azul del cielo RAFAEL ARELLANO MORA
El Maestro RAFAEL ARELLANO MORA nació en Colón, en el hogar formado por Don Porfirio Arellano y la Señora Hermelinda Mora de Arellano. Como Maestro Normalista, muy joven echó a andar con la adarga bajo el brazo, y se fue a luchar para desde las aulas construir una patria mejor, lucha de la cual no abjuraría jamás, por más que le viento soplara en dirección contraria.
Su peregrinaje terrenal fue una gesta hecha a imagen y semejanza de los sueños que siempre había acariciado.
En la travesía del recuerdo, fluyen las imágenes sin tiempo ni espacio, porque los que nos sentimos hermanos, el amor se troca en ese extraño magma que se llama eternidad.
Al son del alma y al ritmo del corazón quedan los millones de recuerdos de quienes fuimos sus alumnos, luego sus colegas y hermanos de ideal. Como alumnos, nos trató como los hijos del afecto a quienes enseñó que para ser libres es imprescindible estudiar. Frente a los excesos del verbo, esgrimió la reflexión, frente al monólogo excluyente opuso siempre diálogo civilizatorio.
Qué afortunados quienes fuimos sus discípulos y quienes le conocimos de cerca, los que pudimos comprobar a lo largo del tiempo su nobleza de espíritu, su sencillez, su férrea determinación, la genialidad y claridad de sus ideas, su disciplina para alcanzar los más profundos ideales y esa generosidad de espíritu al servicio de los demás.
En sus clases de Castellano nos enseñaba que el verbo «AMAR» solo se conjuga correctamente si lo armonizamos como «SERVIR», porque si yo digo que amo y no sirvo al otro, no ayudo al otro, no me sacrifico por el otro, eso no es amor.
Su peregrinaje educativo lo inicia como Maestro en el «Centro Popular Junín» en San Cristóbal, luego lo encontramos como Maestro en los Grupos Escolares «José Antonio Pérez» de Michelena y «Francisco de Paula Reina» de Colón.
Se traslada a La Grita como Director del Seminario «Ker María» y asume la Cátedra de Castellano y Literatura del Colegio «Santa Rosa de Lima».
Al asumir la conducción de la Parroquia del Espíritu Santo de La Grita, el Presbítero Raúl Méndez Moncada, en 1950, le asigna al Maestro RAFAEL ARELLANO MORA la Dirección del Colegio Sagrado Corazón de Jesús, la prestigiosa institución educativa fundada por Monseñor Jesús Manuel Jáuregui
En el «Liceo Militar Jáuregui» de La Grita, administra la Cátedra de Castellano y Literatura y asume la Jefatura de la Seccional de Idiomas y Literatura.
Se traslada a San Antonio del Táchira para ejercer la Dirección del «Liceo Manuel Díaz Rodríguez».
Posteriormente lo encontramos en San Cristóbal como Subdirector del «Liceo Emilio Constantino Guerrero»
Más allá de las aulas escolares, el Maestro RAFAEL ARELLANO MORA también dictó cátedra de servicio honesto en la comunidad. En dos oportunidades ejerció la Presidencia del Concejo Municipal del Distrito Jáuregui. Bien pudiera decir con Andrés Eloy Blanco: «Yo sé muy bien que a la Patria y a la causa del pueblo nos consagramos sin vocación política, pero con profunda dedicación de amor… ».
Carl Jung asegura que «Uno recuerda con aprecio a los maestros brillantes, pero con gratitud a aquellos que tocaron nuestros sentimientos». Por eso recordamos al maestro RAFAEL ARELLANO MORA. Aunque nos separan más de dos décadas de su partida a la patria celestial, hay una enorme carga de lecciones de este educador que continúan teniendo una impresionante vigencia. En su tiempo, RAFAEL ARELLANO MORA supo proponer perspectivas adelantadas a cosas que hoy para nosotros son comunes, pero que en su momento abrieron camino para que todas las personas pudieran vivir con mucha más sencillez y en armonía respirando el aire fresco del mensaje evangélico, porque educaba con amor y «enseñar no es otra cosa que escribir en el corazón de un niño y dejar huella en la vida de una persona».
Recordamos con gratitud a este hombre que vivió dictando lecciones en la tierra y ahora está enseñando más allá de las nubes, este maestro participó activamente en nuestra formación cuando éramos unos niños y nuestra vida sólo se conjugaba en tiempo futuro.
Durante buena parte de mi existencia he intentado ser Maestro. No ingresé al Magisterio con una clara vocación docente. He procurado dictar lecciones como lo hacían mis maestros. El compromiso con los alumnos ha sido un buen viaje para la vida. No existe poder de transformación más grande que el de un maestro sobre su discípulo, ni poder de transformación más bello que el de un discípulo sobre su maestro. Todo lo que sé de la educación se ha fundamentado en el encuentro con personas y lo he recibido a través de ellas. De mis alumnos con quienes han cruzado la línea de mi vida, aprendí y aprendo.
RAFAEL AFRELLANO MORA fue un MAESTRO que se dedicó a educar en el salón de clases y más allá de los linderos del aula.
En achaque de dictar clases de Castellano, educaba para que cada alumno fuera capaz de encontrar su camino, para que fuésemos capaces de descubrir aquello que hacia vibrar nuestra alma y con lo cual podíamos servir a la sociedad.
Educaba para que sus alumnos aprendiéramos a vivir en una sociedad con historia, con memoria, con presente y con futuro.
Este maestro nos educaba para que aprendiéramos a comunicar nuestras ideas, para que nos expresáramos con precisión, para que proclamáramos con claridad lo que sentimos, lo que hacemos y las razones por las cuales actuamos de esa manera.
Nos educaba para que sus discípulos fuésemos capaces de identificar las injusticias y para reaccionar ante ellas.
RAFAEL AFRELLANO MORA fue un MAESTRO que nos mostraba el mundo desde distintas perspectivas con el propósito de fomentar el pensamiento crítico.
Al recordar el permanente esfuerzo que durante su peregrinaje terrenal realizó el maestro RAFAEL AFRELLANO MORA, hizo suya la hermosa expresión de José Martí quien afirmó que: «Enseñar, es lo más bello y honroso del mundo».
Con afecto y admiración como discípulo de este gran maestro proclamo mi humilde reconocimiento por sus invalorables servicios, por su dedicación a la enseñanza y por indicarnos el correcto camino del humanismo. No sólo me cuento entre uno más de sus alumnos, sino que tuve la impagable oportunidad de disfrutar de su consejo y su cercanía. Como decía Carl Jung «Uno recuerda con aprecio a sus maestros brillantes, pero con gratitud a aquellos que tocaron nuestro corazón» Yo recuerdo a RAFAEL ARELLANO MORA un «MAESTRO DE SIEMPRE»
Aristobulo Moreno
Corrado Canto Pacheco
Alix