<<VIAJE AL CORAZÓN>>

Dr. Felipe Guerrero

Se iniciaba el año 1965. Aquel día era el jueves Siete de Enero. Luego de las vacaciones navideñas, retornamos a nuestra diaria actividad en pupitres, laboratorios, talleres y canchas deportivas. Era el jueves 07 de Enero de 1965. Iniciábamos la última etapa de nuestra educación media. Era el trecho final para recibir nuestro título de Bachiller. De esto han transcurrido sesenta años. En aquel tiempo, éramos demasiado jóvenes, llenos de sueños y promesas. Sesenta años han transcurrido desde aquella estación hasta hoy. En este mes inicial de un nuevo año,  regresamos a La Grita para recordar y para empezar de nuevo, porque siempre es el momento de empezar. Hoy los muchachos de 1965, tenemos la misma edad que tenia Moisés, el profeta más importante del judaísmo, el libertador del pueblo hebreo de la esclavitud de Egipto, el hombre que a los ochenta años encabezó la marcha liberadora por el desierto  hacia la tierra prometida.

Buen momento para volver  nuestra mirada a hechos y acontecimientos que ocurrieron en 1965, hace sesenta años, porque como dijo Gabriel García Márquez «La memoria del corazón elimina los malos recuerdos y magnifica los buenos, y si hay recuerdos a los que deberíamos aferrarnos, es a aquellos que nos hacen sonreír».

Era el año 1960 cuando ingresamos al Liceo que tiene por epónimo el nombre del ilustre maestro JESÚS MANUEL JÁUREGUI. En ese momento, aquella muchachada apenas éramos unos rostros cargados de sueños. Ahí pasamos el lustro más hermoso de nuestra juventud. Luego de convivir durante cinco años, en 1965 hace sesenta años, muchos de nosotros nos despedimos de La Grita para tomar múltiples caminos. En ese instante, descendimos de los páramos andinos así como descienden furiosas las ventiscas. Un abrigo de neblina y una ruana de esperanza arropaban nuestra juvenil ilusión.

Partimos por variadas rutas y veredas. En la casa que se identifica con el nombre del maestro JÁUREGUI habíamos compartido con amigos llegados desde la capital del país, pero  también en la casona de JÁUREGUI encontramos la mano generosa de imberbes muchachos, en cuyos rostros se dibujaban los signos identificadores de su herencia zuliana, llanera, andina, oriental o guayanesa… En definitiva en el JÁUREGUI encontramos el dibujo de la totalidad de la patria.

En aquella inolvidable estación de 1965, hace sesenta años, recibimos el certificado de Bachilleres y partimos… A pesar de tomar diferentes caminos no dejamos de compartir muchas albas porque aprendimos a tocar las puertas de la noche; fuimos capaces de repartirnos, sin egoísmos  la luna y con el despuntar del día hicimos realidad muchas quimeras.

Para construir mi propio  sueño marché a la capital del país, hasta aquella distante y desconocida Caracas que,  para nosotros era la tierra de las millonarias lejanías, pero al mismo tiempo era la síntesis de la nacionalidad.

Hace sesenta años nos graduamos de Bachilleres y partimos por diferentes caminos y con cada día que ha pasado en estas seis décadas, le hemos venido agregando poesía a la vida.

Ahora regresamos a La Grita, retornamos a  las aulas del «JAUREGUI»… No estoy seguro si estoy regresando porque quizá nunca me fui, pero experimento la amorosa sensación de un aire cargado de todos los aromas vividos en este tiempo.

Para hacer este recorrido con los recuerdos de aquel, nuestro último año de bachillerato, transitamos por La Grita, una aldea donde  cada amanecer es una resurrección. Esta tierra y su gente la llevamos adentro como un tatuaje en el alma; por eso, al acercarnos a ese inolvidable momento,  lo hacemos  con la unción con que se dicen las antiguas palabras de los ritos solemnes y cantamos con el poeta: «Iba yo lentamente por el camino de los campos, cuando el sol caído guardaba en el ocaso, como un avariento, su último oro. La luz se hundía en la sombra, más honda cada vez y la tierra viuda, yacía silenciosa…».

Ahora retornamos a «La edad sin linderos de los juegos cristalinos» porque amamos esta historia con distancias amargas y hoy nos reencontramos en estos brotes de memoria afectiva.

Luego de compartir los más bellos años de nuestra adolescencia, hace sesenta años, aquel grupo de soñadores nos dimos un abrazo y batimos el pañuelo del «Adiós». Hace seis décadas, una y otra vez, en todos los lugares de La Grita, sólo se respiraban despedidas.

En aquella hora del año 1965, nos prometimos ser más que simples recuerdos. «Que las palabras no se vayan con el aire, que permanezcan. Que penetren muy hondo. Que fertilicen como la creación. Que la semilla buena se recubra de arrullos… Que no nos acordemos del olvido…».

En esta hora, por no acordarnos del olvido, aparecen las figuras de nuestros compañeros de clase, en aquel momento todos dedicados a planear fórmulas de futuro. Ahora nos reencontramos… «Todos en el tenaz esfuerzo envejecido, pero haciendo del sueño un compromiso con la vida»

Esta es una buena estación para desempolvar los recuerdos de hace sesenta años, al final la vida es un milagro y un regalo, por eso en la hora actual, con este milagro y este regalo hacemos nuestro VIAJE AL CORAZÓN.