Tardíamente me enteré que el maestro MANUEL TABASCA se había marchado a la patria de la eterna primavera. En esta hora aletargada, recordé la expresión del evangelista Mateo quien asegura: «El que hace y enseña, ese será llamado grande en el reino de los cielos» (Mateo 5,19)
Así fue el peregrinaje terrenal de nuestro hermano, a quien pocos lo identificaban por su nombre y apellido, pues todo el mundo lo llamaba con un sobrenombre que, de por sí, habla del afecto. Le decían cariñosamente «Maneque». Su paso por la tierra transcurrió en un eterno: «Hacer y Enseñar», por eso en esta hora lo único que puedo pensar es dar gracias a Dios por su existencia, por su vida magisterial, por su vida como hermano de «APROFEP»; seguramente en esta hora será llamado grande en el reino de los cielos, como asegura Mateo.
Desde el momento de conocer la noticia, durante estos días, en nuestro hogar hemos hecho oración como una cercana Vigilia de Amistad…
Mientras desgranamos Avemarías para que la madre del cielo acompañe a MANUEL TABASCA en el azul infinito de la paz, le damos Gracias al Dios de la vida por la existencia de este hombre.
Imposible olvidar esas manos repletas de generosidad. Orgullosa la «Familia de APROFEP» de haber contado con un prototipo de hermano, un modelo de estudiante y un arquetipo de maestro. .
Jubilosos los amigos de haber compartido su compañerismo y camaradería. Guardamos silencio para el reencuentro en oración. Pedimos a Dios fortaleza para todos sus seres queridos.
Que nuestro silencio sea como un hondo silencio de campanas.
Nuestro hermano ya alcanzó el mirador del medio día. Ya nos llenó de mucha luz, sin sombra.
Damos gracias al Dios que es Maestro, por toda su entrega, por su dedicación a la juventud y por su amor a la patria.
Con MANUEL TABASCA nos encontramos en el «Hogar de APROFEP». Era el año 1965 cuando nuestro nuevo hogar se localizaba en la «Quinta Izarra», ubicada en la Avenida Páez del Paraíso en Caracas.
Desde ese encuentro han transcurrido cincuenta y nueve años. Muchos de nosotros llegamos a la distante Capital de la República, descendiendo de los páramos andinos así como descienden furiosas las ventiscas. En aquel entonces, un abrigo de neblina y una ruana de esperanza arropaban nuestra juvenil ilusión magisterial.
Así llegamos a la Caracas de las millonarias lejanías, la Caracas síntesis de la nacionalidad, la Caracas de los sutiles amaneceres en donde las palabras no son suficientes para describirla, ya que su significado está más allá de lo descriptible…
En esta Caracas encontramos la mano generosa de imberbes muchachos, en cuyos rostros se dibujaban los signos identificadores de su herencia zuliana, llanera, andina, oriental o guayanesa… Era en definitiva el dibujo de la totalidad de la patria.
Ahí estaba MANUEL TABASCA. Ese muchacho nació y creció en la hermosa isla oriental venezolana que fue dibujada por el Maestro Inocente Carreño diciendo: «Margarita es una lágrima – Que un querubín derramó, – Y al caer en hondo piélago – En perla se convirtió».
Para quienes no conocíamos el mar, oír sus permanentes comentarios era un aprendizaje sobre ese espacio que se convertía en poema al decir que «El mar es una canción, el mar es un verso, es una mano y un brazo que te mece fuerte y seguro».
Para todos, pero particularmente para quienes crecimos en medio de altas montañas, el mar siempre ha cautivado nuestra curiosidad. El vaivén de las olas, su música rítmica, su unión con el cielo en un mismo color invita a la calma, a la meditación o a la poesía. Ya dirá el poeta que «El tiempo es un océano que muere en la orilla».
Reflexionando sobre la partida de Manuel Tabasca, encontré un hermoso poema de una talentosa poetisa y profesora de Geografía que es una hermosa bendición para seres humanos como este «Hermano de APROFEP».
«Benditos sean los que llegan a nuestra vida en silencio, con pasos suaves para no despertar nuestros dolores, no despertar nuestros fantasmas, no resucitar nuestros miedos. Benditos sean los que se dirigen con suavidad y gentileza, hablando el idioma de la paz para no asustar a nuestra alma. Benditos sean los que nos miran con respeto y nos aceptan enteros con todos nuestros errores e imperfecciones. Benditos sean los que pudiendo ser cualquier cosa en nuestra vida, escogen ser generosos. La mayoría de las veces llamamos a estas personas, amigos. Si… mis amigos son de esos que han sabido ser luz en plena oscuridad. Benditos sean mis amigos… MANUEL TABASCA fue mi amigo. Por eso hoy digo: «SE FUE UN HERMANO».