COMO UN FAROL

Dr. Felipe Guerrero

En la vieja casona que fue hogar de muchos de nosotros, para iniciar el ascenso a la Colina de La Meseta en La Grita, de niños conocimos el hogar que identificábamos como «La Casa de los Patiño»

En ese templo de la generosidad, mientras Doña María, al lado de la estufa preparaba deliciosos manjares Don Federico afinaba el cuatro o la guitarra, para pulir con sus técnicas y paciente destreza a los niños, músicos aficionados amigos de sus hijos. La casa se inundaba de acordes musicales haciendo vibrar las cuerdas mientras repetían unas coplas cargadas de arte y enseñanzas.

En esa casa no sólo se respiraba amor sino que toda era un cancionero poético. Con Delia compartí hermandad en la cercanía de nuestras escuelas enclavadas en la plaza de los saberes de La Grita. Desde temprana edad, José inició sus primeras actuaciones como ejecutante del arpa criolla y Carlos no sólo mostró su inclinación por la música, sino que impulsó el desarrollo de la radio para que los acordes llegaran a cualquier espacio.

Hoy, muy de mañana se marchó Carlos. Viajando por las estrellas ya se reunió con Don Federico, con Doña María, con José y con Delia. Será el reencuentro del amor y de la música.

Mientras peregrinó por la tierra, Carlos fue un talentoso artista, creativo, ingenioso y profundo. Una persona de noble corazón. Esposo y padre ejemplar. Trabajador incansable. A este amigo seguro que todos lo vamos a extrañar. Con su música y sus lecciones, nos va a seguir animando en el camino.

Ante la despedida de un hermano, el poeta de Orihuela en la expresión de la hondura de su pesar dirá, con palabras que quisiera mías para este momento: «Daré tu corazón por alimento. / Tanto dolor se agrupa en mi costado, / que por doler me duele hasta el aliento». Pero tras dibujar la ausencia, el bardo se abre hacia una presencia diversa porque «A las aladas almas de las rosas / De almendro de nata te requiero / Que tenemos que hablar de muchas cosas / Compañero del alma, compañero»

Cuando conocimos del viaje de Carlos Patiño, el compañero del alma, compañero; recordamos que en el Libro del Apocalipsis se señala: «Y oí una voz del cielo como estruendo de muchas aguas, como sonido de un gran trueno y la voz que oí era de arpistas que tocaban sus arpas». Estoy convencido que entre esas voces de arpistas estaban las de Don Federico, Doña María, José, Delia y Carlos.

Al recordar a estos hermanos conviene acercarnos a los versos de Teresa Sánchez de Cepeda, la religiosa y escritora, que plasmó con musicalidad propia una dimensión de la vida que siempre se nos escapa: «Vivo sin vivir en mí / y tan alta vida espero, / que muero porque no muero». Es la exacta convicción de que solo en el éxodo de nuestra presencia material, encontraremos nuestra propia vida y el más profundo sentido de la existencia

Ahora nos toca a quienes seguimos peregrinando elevar un salmo de gratitud a Dios por la vida de estos paisanos y amigos, en los paisajes y las cosas que conforman su historia en este mundo,

Nos despedimos de estos hermanos que pusieron voz y melodía a muchas de nuestras vivencias. Nos despedimos de ellos, pero nunca de su música. Música que nos seguirá acompañando. Eso es lo más bello de esta maravilla y de esta fe de Resurrección. Que estos hermanos jamás se irán.

Su música seguirá en nuestro corazón para siempre. Éllos son COMO UN FAROL.