PABLO MORA… HASTA LUEGO  

Dr. Felipe Guerrero

Pescador, lucero y rio es el título de una de las más bellas canciones del folklore colombiano. Este hermoso pasillo con aroma de poesía y nostalgia, representa el relato  de un pescador nocturno que atrapó con su red un lucero y feliz lo llevó a su bohío, del cual nunca volvió a salir. Pero tiempo después el río, celoso del romance del pescador, invadió el bohío y se  robó el lucero.  Dice el poema:

«Cuentan que hubo un pescador barquero / que pescaba de noche en el río / que una vez con su red pescó un lucero / y feliz lo llevó a su bohío.

Pablo Mora

Que desde entonces se iluminó el bohío /  porque tenía con él a su lucero, / y no quiso volver más por el río / desde esa noche el pescador barquero.

Y dicen que de pronto se oscureció el bohío / y sin vida encontraron al barquero, / porque de celos se desbordó aquél río / entró al bohío y se robó el lucero».

Cuantas similitudes entre este pasillo y la hora menguada que vive nuestra sociedad. Ya no tenemos ni pescador, ni río, ni lucero.

Si conservamos la metáfora del poeta,  los bohíos de la patria viven en la penumbra porque a la juventud le robaron el lucero de la confianza.

Los ríos de nuestra tierra  entraron en estado agónico pues de ser caudales portadores de vida pasaron a  ser cauce de aguas estériles y riberas desoladas en donde ya no hay peces ni pescadores.

Al maestro PABLO MORA lo conocí cuando entregaba con generosidad todos sus conocimientos en el Instituto Universitario de Tecnología, Agro-Industrial «Región Los Andes».

En esa hora PABLO MORA era un pescador barquero que había llegado a compartir sus saberes con la juventud de Venezuela y las aulas y los laboratorios eran el gran rio para la pesca milagrosa y muchas veces con la red de su sencillez, pescó muchos luceros, les regaló sus lecciones de esperanza y cada uno de esos muchachos se marcharon felices con sus faroles para iluminar los caminos de la patria.

Gracias a su amistad en algún momento me atreví a identificarlo con el título que mejor se merecía: «El Maestro PABLO MORA». Recuerdo que me dijo: «Al momento de enseñar, un maestro debe ser un discípulo. El maestro es un alumno para toda la  existencia». En esta hora en la cual nace a la vida eterna PABLO MORA conviene recordar que la muerte simplemente introduce a cada persona a una esfera donde sus enseñanzas continuarán para siempre jamás, porque como dice el Apóstol de los Gentiles: «En los siglos venideros, El  va a mostrar las abundantes riquezas de su gloria» (Efesios 2,7).

Se marcha PABLO MORA recordándonos que todos quienes somos Maestros debemos  ser aprendices.  En el aula, en el laboratorio, en el hogar  y en la comunidad, PABLO MORA dio testimonio de que no podemos ser maestros si no somos alumnos, ya que cuando un maestro deja de aprender, también deja de enseñar.  Si no estudia, no puede inspirar a otros que estudien. Cuando la mente del maestro se cierra, la del alumno no puede ser abierta.

Con la partida  de PABLO MORA los luceros azules se siguen apagando, pues como símbolos de servicio y de vida no se resignan a iluminar estos paisajes de desolación.

En este momento PABLO MORA nos invita a revisar las manecillas del reloj para interpretar las lecciones de esta hora cargada de negros nubarrones pero que despierta singulares esperanzas porque solo en la oscuridad se pueden ver las estrellas

El mejor homenaje que los maestros de hoy podemos hacer a PABLO MORA y a todos los maestros de ayer, es traerlos de nuevo a las aulas de las instituciones educativas y a las aulas de la calle para que nos sigan dictando sus lecciones de vida. De nada vale colocar sus luminosos retratos en las vistosas galerías de la universidad. Importa por el contrario, exprimir de ellos su valor social, su testimonio de vida, su ejemplo útil, sus lecciones de dignidad.

PABLO MORA: Iniciaste la estación de  tu descanso. En esta hora le pedimos al Dios de la vida que te llene de paz.

Nos queda el ejemplo vibrante de un hombre que enfrentó la adversidad con decisión, carácter y buena disposición. Nos quedan las lecciones del maestro, que no olvidaremos en cuanto ellas dejaron en cada discípulo un capital de imprescindible trascendencia para su realización personal y para la construcción de sus propias vidas.  Nos queda el ejemplo del amigo de sonrisa amplia; de las ideas serenas; del juicio crítico; del hombre fraternal que tanto enseñó acerca del humanismo y  la fraternidad.

PABLO: Te damos las gracias por todo lo que nos dejas. Gracias por ser un ciudadano que aportó maravillosamente a esta tierra querida; gracias por dejarnos ejemplo y entrega por siempre.

Así le rendimos homenaje y le decimos:  HASTA LUEGO… PABLO MORA.