ALCIDES … ¡HASTA SIEMPRE!  

Dr. Felipe Guerrero

Cuando supe que el maestro  ALCIDES RIVAS había dejado las aulas de esta aldea para continuar dictando clases en las escuelas del cielo, me reencontré con nuestra eterna condición de peregrinos. A Alcides le conocí en los añejos espacios del viejo Pedagógico de Caracas. Entre miles de caminantes muchas veces cantamos ese himno de batalla: «Que una viva lección de esperanza… Brote siempre del pecho jovial… Para hacer con arcilla de espíritu… Nuestro pueblo inmortal».

En el querido hogar de «APROFEP» compartimos como hermanos nuestra cosmovisión del Humanismo Cristiano para librar las más hermosas batallas que seguimos librando  a fin de  evitar que en Venezuela se perpetúen las injusticias y para construir con nuestro esfuerzo y con la fe del pueblo una realidad  mejor.

Luego peregrinamos por los caminos y veredas del Colegio de Profesores. Me correspondió el honor de entregarle el testigo del relevo cuando asumió la Presidencia de la institución magisterial, porque tenemos plena conciencia de los necesarios relevos  y porque en todas las estaciones de nuestra vida han retumbado en nuestra conciencia las palabras del Dios creador: «Deja tu tierra, tus parientes y la casa de tu padre, y vete a la tierra que te mostraré… Yo le daré esa tierra a tu descendencia» (Génesis 12, 1-7)

Ese mismo Señor invitó a ALCIDES a recibir el merecido premio por toda la obra realizada. Me parece oír al inocente ajusticiado del Calvario, decirle a  ALCIDES «Te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso» (Lucas 23, 43).

ALCIDES… Te echaremos de menos, pero  sabemos que desde el cielo vas a estar apostando por nuestro permanente peregrinaje, para que sigan ondeando las banderas de la esperanza y para que sigamos cantando el «Juventud Victoriosa» ese himno con el cual marchamos en esas múltiples tareas que nos ayudaste a construir.

Ahora te pedimos que le solicites al Dios Maestro para que nos ilumine a fin de seguir caminando en medio de las dificultades y las ilusiones. En medio de las subidas y bajadas, dile al Padre Dios que nos envíe la fuerza y la luz que nos ayude a discernir bien el camino a seguir para que nunca dejemos de peregrinar.

Seguimos transitando por estos desiertos con la seguridad de que vamos a encontrar el oasis de la igualdad, porque esta permanente batalla por la dignidad de la persona humana se va convirtiendo en la base de las luchas e ideales políticos, y por eso mismo de los sueños y utopías, de la construcción del sentido de la historia y de los valores más definitivos de la existencia cuyos bordes no pueden sino sumergirse en el misterio mismo de Dios.

Una página del Evangelio de San Mateo expresa esta realidad con imágenes en extremo desafiantes: «Tuve hambre y ustedes me dieron de comer… estuve encarcelado y ustedes me fueron a visitar … y todas las veces que lo hicieron con los más desprotegidos, conmigo mismo lo hicieron». Creemos profundamente en las palabras del Resucitado, porque el vencedor de la muerte nos diceque el único acceso a la realidad última y definitiva, en nuestro ciclo vital, es el que atraviesa por los pasillos atiborrados de seres humanos explotados, discriminados, excluidos, oprimidos y destruidos.

ALCIDES… Tú te jugaste a fondo en esa aventura de hacer causa común y apasionada allí donde había hermanos que reclamaban subsistencia digna. No puedo olvidar tu entusiasmo en las luchas juveniles repletas de utopía, luego cuando hacías parte del querido Colegio de Profesores donde desplegaste tus extraordinarias cualidades de líder magisterial. Tampoco puedo olvidar el entusiasmo con el que te acercaba a las experiencias de compromiso social de muchos cristianos, mientras visitábamos aldeas y caseríos de nuestra tierra excluida y marginal.  En tu corazón tuvieron resonancia todos los gritos de protesta de quienes exigíamos salarios justos para los educadores, en esas brillantes jornadas que nos  hicieron vibrar muchas veces los puños cerrados, las manos levantadas y los pies marchantes de las luchas reivindicativas de los excluidos; gestos todos que acompañaban la expresión y el grito de palabras no aprendidas ni impuestas por ningún poder sino que brotaban como manifestación intermitente de quienes éramos honestamente fieles a nuestras creencias.

Pero el cuerpo humano, al mismo tiempo que es un volcán de vitalidad, de lucha y de resistencia, es también frágil y vulnerable al sufrimiento.

Nuestro hermano ALCIDES RIVAS bebió intensamente en las fuentes de su fe cristiana y enfrentó la muerte con la esperanza propia de los discípulos del crucificado.

Hermano ALCIDES RIVAS… Ahora nos escuchas desde la otra frontera del misterio: No te decimos que descanses en paz, porque queremos verte más activo que nunca en el proceso de liberalización de nuestra historia. Más bien te decimos que camines siempre con nosotros, en nuestros tortuosos y ensangrentados caminos que van en pos de una Venezuela más libre y más humana… ¡Hasta siempre!