LUIS ERNESTO GARCIA: MAESTRO Y TESTIGO  

Dr. Felipe Guerrero

Durante el largo peregrinaje del Cristianismo, han existido personas que con sus escritos, enseñanzas y sobre todo con su testimonio de vida han ido recordando que no se puede ser fiel al mensaje de Jesús si se olvida a los pobres. Hermanos de ideal que han trabajado  para cambiar las causas que hacen posible la existencia de grandes sectores de marginación. Son los profetas de nuestro tiempo que impulsan acciones orientadas a la búsqueda de la justicia social, el cuestionamiento del modelo de sociedad y de la desigualdad, para hacer de la persona el centro de su esfuerzo  como destinataria de la acción.

Presbítero Luis Ernesto García

No han faltado en  el seno de nuestra  comunidad cristiana una pléyade de hermanos que, con lucidez, han denunciando las estructuras que fabrican la exclusión y la miseria. Hoy el recuerdo agradecido destaca la figura del Sacerdote LUIS ERNESTO GARCIA, quien nació a la vida eterna el Nueve de Octubre de Mil Novecientos Ochenta y Siete. Este hermano de ideal acompañó nuestras luchas en la tierra y desde hace Treinta y Cinco años nos apoya desde el cielo.

En Venezuela, los inicios de la década de Mil Novecientos Sesenta despuntaban con nuevas esperanzas.  «La promulgación de la Carta Pastoral de Monseñor Rafael Arias Blanco, el Primero de Mayo de Mil Novecientos Cincuenta y Siete, fue  el inicio de las labores de parto de la democracia venezolana». La decidida voluntad del pueblo sin armas fue capaz de derrotar la horrenda dictadura militar. Los aires estaban cargados de presagios y en aquellos años, con una sentida vocación de libertad amanecía el espíritu de los venezolanos. Por todos los caminos se agitaban ideas y programas como pendones de aliento hacia el porvenir, el alma de muchos se sacudía con una profunda aspiración de trascendencia.

Abanderados de ese peregrinaje liberador aparecian los discipulos del hijo del carpintero  de Nazareth, convencidos de la necesidad y de la obligación que tenemos diariamente de predicar y luchar para hacer de esta tierra una antesala del cielo.

Los seguidores del Resucitado, sabemos que nuestra principal misión está en la atención a los más necesitados. Así, leemos en el libro de los Hechos de los Apóstoles que los primeros cristianos eran solidarios con los pobres: «Nadie vivía en la indigencia, porque todos los que eran propietarios de tierras o de casas las vendían, traían el producto de la venta y lo depositaban en los pies de los apóstoles. Después se distribuía según las necesidades de cada uno». (Hechos 4, 34-35). El narrador, Lucas, nos describe esta situación, porque quiere que esta comunión de bienes sea el modelo al que deben llegar todos los que profesan su fe en Jesús de Nazaret.

Arias Blanco, el «Obispo de la Resistencia» afirmaba que: «… La Iglesia no solo tiene el derecho, sino que tiene la gravísima obligación de hacer oír su voz para que todos, patronos y obreros, gobierno y pueblo, sean orientados, para que todos los principios eternos del evangelio en esta descomunal tarea de crear las condiciones puedan disfrutar del bienestar que la divina providencia está regalando a la nación venezolana».

En esa hora histórica, similar al pueblo de Israel, esta tierra Tachirense, lindero de la patria, vivía en medio del sufrimiento, la opresión y el dolor causado por el olvido y la exclusión del poder. Pero en este suelo logramos encontrar al Dios de la liberación,  en los momentos más  desoladores y desesperanzadores.

Un grupo de profetas, nos invitaron a vivir la experiencia de la lucha por la justicia, a solidarizarnos con las víctimas y  a manifestar nuestro rechazo a la injusticia. Éramos unos adolescentes imberbes que desde entonces sentíamos el deber de prepararnos para construir una sociedad más justa y más humana.

Intervenir y participar en esas actividades de compromiso a tan temprana edad,  podría ser considerada como una muestra precoz de responsabilidad ciudadana, pero en realidad, era un privilegio compartir esa inolvidable práctica, que nos permitió conocer personalmente a los maestros Manuel Aguirre, Raúl Méndez Moncada, Genaro Aguirre, José Gregorio Pérez Rojas y Luis Ernesto García a quienes perfectamente podemos identificar como profetas del humanismo cristiano.

Con estos maestros participamos en hermosas jornadas de formación ideológica y compartimos  variadas luchas en la irrenunciable defensa de  la dignidad de la persona humana, particularmente de los más pobres, más humildes y en consecuencia más excluidos. Todos los esfuerzos estaban orientados a desarrollar una cultura de liberación iluminados con el faro luminoso del Cristianismo.

Hoy damos Gracias a Dios por la vida de estos extraordinarios profetas. Recordamos que el Nueve de Octubre de Mil Novecientos Ochenta y Siete partió a la eternidad el maestro LUIS ERNESTO GARCIA. Desde hace Treinta y Cinco años desde el cielo acompaña esta eterna lucha liberadora de los cristianos.

Fue un privilegio ser su amigo, ser su compañero en la organización, desarrollo y funcionamiento de la Fundación «Rerum Novarum», del Instituto «Jacques Maritain» y de las múltiples experiencias de formación teniendo como norte el Humanismo Cristiano y como espacio social y comunicativo de esta fe liberadora.

Fue una prerrogativa tener a Genaro Aguirre, a su hermano Manuel Aguirre, a Raúl Méndez Moncada, a  José Gregorio Pérez Rojas y a Luis Ernesto García como compañeros de ideal, aprender a su vera, recibir sus consejos y, sobre todo, ver cada mañana la cara amable de estos seres fundamentalmente buenos. Siempre habrá una habitación libre en mi corazón para estos maestros.

La memoria agradecida recuerda en esta fecha a LUIS ERNESTO GARCIA: MAESTRO Y TESTIGO