«Bienaventurados aquellos por quienes lloran los pobres cuando mueren, porque estas lágrimas de la multitud, que no nacen del vínculo de la carne y de la sangre, ni de la memoria de servicios o gratitudes individuales, son la señal de la misteriosa filiación en que los pueblos ser reconocen en sus santos y en sus héroes». Así hablaba Radomiro Tomic en el discurso pronunciado por cadena radial nacional, con ocasión de los funerales de una maestra, de Gabriela Mistral.
Porque, ninguna vida más plena, ninguna muerte más bella, ninguna memoria más perdurable que la de los maestros, esos seres que fueron elegidos para vivir por los demás y ALFREDO SÁNCHEZ MONCADA fue un maestro.
En este momento, en el cual el Dios de la vida llamó de este mundo a su presencia a nuestro hermano ALFREDO SÁNCHEZ MONCADA, aspiro identificar este breve y sincero homenaje con la fórmula con la que siempre me saludaba cada vez que nos encontrábamos en las veredas y caminos de esta tierra tachirense: «Querido Amigo». Casi siempre le respondía de la misma manera, tratando de generar el respeto y el aprecio mutuo que sentíamos desde los lejanos días de nuestra formación magisterial en los espacios del viejo y querido Instituto Pedagógico de Caracas.
Junto con ALFREDO SÁNCHEZ MONCADA, crecimos en este rincón geográfico donde el agua, el sol, el árbol y los pájaros construyeron su maravilloso imperio. En esta tierra donde los viejos campanarios siguen repicando aleluyas; por eso cuando en el Pedagógico recibimos nuestros títulos académicos, partimos con la hermosa canción en los labios: «Que una viva lección de esperanza / brote siempre del pecho jovial / para hacer con arcilla de espíritu / nuestro pueblo inmortal» Con los morrales cargados de sueños y esperanzas regresamos a esta nuestra aldea tachirense a trabajar con la patria nueva en escuelas y liceos con el único propósito de construir una sociedad sin injusticias.
A la hora del nacimiento a la vida eterna de ALFREDO SÁNCHEZ MONCADA, puedo proclamar que la personalidad de este querido amigo fue la de un hombre serio, honesto, de gran sencillez humana expresada en la delicadez en el trato que revelaba su profunda humanidad y respeto por las personas. Hombre de fe y de esperanza, consecuente entre sus ideas y sus acciones, reflexivo en el pensamiento y activo en su ejecución, convencido de que la libertad y la justicia son los valores esenciales que sirven de vertiente de todos los derechos humanos. Estas características trascendentes nos autorizan para que a la hora de la partida de ALFREDO a la patria de la eterna primavera, lo saludemos recurriendo a los inolvidables versos de Walt Whitman: « ¡Oh, Capitán, mi Capitán! Nuestro viaje ha terminado, el barco ha sobrevivido a todos los escollos, hemos ganado el premio que anhelamos ». ALFREDO SÁNCHEZ MONCADA, llevó una vida sin estridencias, conservó un compromiso militante con la libertad y la democracia, proclamó su afirmación de fe en los destinos de Venezuela y mantuvo una voluntad inquebrantable al servicio de la patria.
A nuestro amigo ALFREDO SÁNCHEZ MONCADA, le pido que desde el cielo nos siga acompañando ante la magnitud de la utopía que estamos llamados a encarar. Nos comprometemos a renovar nuestra esperanza y nuestra lucha para que el martirio de tantos no se pierda en el tumulto y en el caos, sino que pueda alcanzar el corazón de otras personas a fin de construir un mundo mejor.
Con nuestro hermano ALFREDO en el cielo, nosotros seguimos avanzando en la tierra. Nos ilumina la fe, porque solamente con esta luz «La vieja y extraña luz del misterio de la Comunión de los Santos» adquiere significado vital y ecuménico la acción de maestros como ALFREDO.
Hoy me siento privilegiado de haber compartido más que la amistad, la hermandad con ALFREDO SÁNCHEZ MONCADA, en esta tierra, en el Pedagógico y en instituciones educativas. permanentemente generoso, atento y reflexivo. Lo recuerdo siempre sonriendo, amable y solidario. Así sigue estando en su distinguida esposa Ligia, en sus apreciados hijos y en cientos de hermanos y amigos, porque ALFREDO vivió pensando y afirmando una manera singularmente única e inspiradora de andar por este mundo.
Los militantes de la resurrección recordamos a ALFREDO, un hermano que vivió siendo esa luz que baja en el río de la vida para recordarnos cómo se consigue la paz interior sirviéndole a los hermanos. Hoy ALFREDO ya vivió LA PASCUA DEL BIENAVENTURADO
Eli Brett Calatayud
Luis Herrera
Juan Rosales