UN ADELANTADO DE LA LUZ.

IN MEMORIAN A CARLOS RAMÓN RAMIREZ OMAÑA

Dr. Felipe Guerrero

Dice el Libro del Eclesiastés que «Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora» (Eclesiastés 3,1).

Nuestro Dios es un Dios de tiempos. Realizó la creación del mundo en seis días, cuando Él podía haberlo hecho todo en un día, pero no quiso, Él tomó un día para cada cosa. La Biblia nos dice que «Todo lo hizo hermoso en su tiempo». (Eclesiastés 3,11)

Dios creó el mundo y lo cronometró para que todo tuviera su tiempo. La tierra en su rotación sobre su eje alrededor del sol, ocasiona que tengamos cuatro estaciones; otoño, invierno, primavera, y verano. En cada una de estas estaciones los árboles frutales dan su fruto de acuerdo a la estación que le corresponda, algunos dan su fruto en el invierno, otros en el verano y así sucesivamente.

También las flores nos deleitan con sus colores y aromas de acuerdo a las estaciones, algunas son anuales, y florecen solo en la primavera, otras son perineales, y duran el año entero. Nuestro Dios es un Dios de tiempos,

Hay tiempo de nacer, y tiempo de morir, tiempo de plantar y tiempo de cosechar, tiempo de reír y tiempo de llorar, hay un tiempo para todas las cosas. No existen palabras más sabias que éstas: «Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora»

Hay días cargados de dolor que no los salvan ni los acordes musicales, pues suenan a destiempo los violines desafinados de tristeza.

En esas horas se esconden las palabras, como barcos de papel jugando entre las olas.

Gruesas nubes le quitan el último color a la mañana, el azul del cielo titubea entre una gama de grises y  lloran su tristeza las colinas.

Las montañas andinas nos contaron la partida a la patria celestial de CARLOS RAMÒN RAMIREZ OMAÑA. Las cumbres tachirenses sienten el dolor de la ausencia y nuestros versos se resisten a despedirlo.

Todos recordamos la obra realizada en los inicios del Ministerio del Ambiente y vamos a sentir su ausencia porque tenemos la certeza de que mañana estos escenarios volverán a renacer, con el mensaje de vida necesaria para que el verde-azul se recobre, resuciten los poemas y volvamos a cantar: «Vengan todos cantando… Vengan todos riendo… Sobre colinas verdes… La paz del alma vuelve a mí».

En esta lucha por la conservación nos seguirá acompañando desde el cielo CARLOS RAMÒN RAMIREZ OMAÑA. Elevamos nuestra oración por su eterno descanso y le pedimos al Dios de la vida que le regale la necesaria fortaleza a su apreciada familia, de manera particular a su hermano el Ingeniero Dumar Ramírez.

Los habitantes de este lindero de la patria seguiremos cuidando la tierra y pintando silencios, que son grito y guerra…

Nuestro cantar nos habla de paz y de cielo, para borrar las armas y el reloj del tiempo. Vamos a seguir enterrando el miedo y ahogando tristezas, siguiendo el ejemplo de hombres CARLOS RAMÒN RAMIREZ OMAÑA: UN ADELANTADO DE LA LUZ.