Era el sábado Veintiséis de Agosto de Mil Novecientos Setenta y Dos, hace Cuarenta y Nueve años. Ese día, la mañana se vistió como una reina y «abrió sobre la tierra recién despierta sus velos bordados con una profusión de orquídeas». La inmensa llanura venezolana fue el testigo de nuestro pacto hecho frente al Dios del amor. En aquella alborada, en aquel lejano amanecer de compromiso, hace casi medio siglo, aspiramos con delicia el aire puro, en cuyas ondas se diluía el alma fragante del mastranto. Inolvidable momento en el cual, el verde esmeralda de las sabanas fue vigilado desde el infinito por el sol que nos bañaba. Durante todo el día, el astro rey nos acompañó hasta que depositó su amoroso ósculo cromático en la hora multicolor del crepúsculo.
Apenas se comenzó a anunciar el alma de la tarde, antes de esperar que llegara el milagroso vendaje de la luna piadosa, partimos a colocar en el telar del amor la urdimbre de nuestros sueños. Con esos hilos paralelos comenzamos a trenzar la ruana de nuestra vida común. A partir de ese presente comenzamos a tejer el futuro.
Desde entonces hace ya medio siglo, todos los días nos despertamos «para oír al sol llegando por detrás de las márgenes de la noche».
Y… Así desde el amanecer asistimos al telar de nuestras vidas para seguir trenzando e hilando utopías. Con el alba iniciamos el día entrelazando unas hebras claras. Son trazos delicados del color de la luz que va pasando, mientras afuera la claridad de la mañana dibuja el horizonte. Después, mechones de guata más vivaces, se van trenzando hora tras hora para construir un largo tapiz que nunca acaba.
Y… Aquí estamos. Luego de este largo trecho seguimos tejiendo. Hoy al percibir la llegada del sol, recordamos la fecha cuando iniciamos estos bordados de vida y desde la madrugada volvimos a hilar la blanca lana, en un eterno girar del huso que forma las madejas.
Y… Hoy como hace Cuarenta y Nueve años seguimos tejiendo silenciosamente la ruana que nos abriga. Se dice que el lenguaje se nutre con el ingrediente de las palabras, pero la verdad es que hay muchas cosas que mientras tejemos nos decimos sin palabras. Son los simbolismos de una lágrima, de un abrazo, de un beso, de una sonrisa, de una mirada que se cruza y que nos habla de como podemos tejer la vida y expresarnos en su totalidad. Es el lenguaje que todos entendemos y que no necesita traducción..
Hemos avanzado en la elaboración de la frazada. Al hilvanar las fibras de este día, la memoria nos lleva a recorrer lentamente los hilos de la vida, como un delicado trazo de luz que con cada amanecer se repite en la línea del horizonte cubierta con la cobija de la esperanza.
Luego de Cuarenta y Nueve años tejiendo juntos una vida, damos GRACIAS A DIOS porque el Todopoderoso nos iluminó para elegir una resistente fibra, nos entregó la mejor rueca para hilar finamente la lana y nos regaló extraordinarias hebras de vida a modo de delicados trazos de luz.
Hemos pasado casi medio siglo hilvanando el tiempo entre fibras, telas y bastidores.
Seguimos tejiendo, hora a hora, en un largo tapiz que nunca acaba. Hoy cada hebra y cada filamento, está impregnado de memoria. Cada fibra cuenta una historia vivida, un mito soñado, una leyenda compartida, un recorrido iniciático en el cual las experiencias y los retos han transcurrido alrededor de un hilo que nos conduce finalmente, a recitar un salmo de gratitud.
Hoy podemos asegurar que la vida se teje con hilos muy variados: Unos gruesos, otros delgados, unos negros, otros blancos, los hay de colores, también combinados, pero a toda hora hay que saber bordar la esperanza.
Cada dia lo coloreamos con hebras y tardes luminosas cosidas a la trama.
Tenemos la certeza que del otro lado, el Dios del Amor sigue bordando… Hoy le pedimos que nos acompañe mientras hacemos el tejido de nuestras vidas. Que cuando la aguja del trabajo diario atraviese la tela de nuestra existencia, continuemos dibujando esta historia, puntada tras puntada, en nuestros herederos; porque en el alma de cada hijo y de cada nieto habita un sucesor del tejido y ellos deben mirar su tiempo como un gran ovillo y sus dones como las agujas con las cuales le deben dar forma a sus vidas.
Luego de este peregrinaje podemos asegurar que la vida es tejer sueños, repujar historias, dar puntadas, desatar nudos, ajustar la tensión, avanzar en la labor y deshacer errores. De esta forma logramos bordar la vida en un TELAR DE AMOR