« ESCUELA  PARA  LA  VIDA ».

Dr. Felipe Guerrero

Ahora recordamos que un lejano 26 de Mayo de 1859, se fundó la «Escuela Padre Maya».

Somos lo que recordamos de lo que vivimos o no vivimos, somos esa promesa de lo que seremos a partir de lo que fuimos y hacer memoria para reconocernos es esencial en nuestra existencia.

Hay obras que se resisten al olvido. La casona que sirvió de hogar a  la «Escuela Padre Maya», localizada frente al «Parque de los Saberes» se mantiene en pie y sigue narrando historias guardadas. Esa estructura física nos da cuenta de lo significativa que fue la vida allí, de lo que vale la pena mantener para que luego sea comunicado por las personas y compartido a los recuerdos de otras.

Hoy la «Escuela Padre Maya» es un buen achaque para rescatar lo nuestro frente a quienes pretenden robarnos nuestra historia para mantenernos silenciados y obedientes, con el deliberado propósito de que nuestros niños se olviden de sus raíces, de su cultura y de sus sueños. Muy pequeños, en ese templo del saber aprendimos a conjugar el verbo amar que tiene sabor a tierra, nacida en los páramos, pero también nos aprendimos el sano pluralismo que nos lleva a comprender el mundo de los otros, porque el amor se regocija con la justicia y la verdad.

Ahí en la vieja  «Escuela Padre Maya» nos enseñaron a hilar en nuestro pensamiento hermosos sueños de libertad, por eso las lecciones recibidas en esa institución siguen siendo mensaje que tensa los hilos de la memoria para nuestras luchas y rebeldías.

Esa querida escuela nos convoca a encender de nuevo la remembranza y la evocación, porque como dice Galeano, ella representa «La memoria vaciada, olvidada, pesada, quemada; la memoria viva, porfiada; la memoria viajera (como la luz de las estrellas muertas, o las voces de bocas que ya no viven), la memoria feliz (la de los abuelos con alzhéimer, cuyos recuerdos se vuelven del color del agua, y que yo no quiero para mí), o la memoria pintada, rabiosa, cruel y sumergida…» .

Con esa memoria regreso espiritualmente a La Grita. Las alpargatas de nuestra infancia todavía recuerdan  el incansable correteo, cuando ascendíamos jadeantes para decirlo con el poeta por esas calles «Que van subiendo al cielo  para poder tocar las nubes con las manos… Calles de mi niñez calles tranquilas que empinando se van detrás de la neblina».

Otro millón de veces bajamos en desenfrenada correría, acompañando a las furiosas ventiscas que descendían como grises sinfonías, apenas arropadas con frágiles ruanas de neblina.

Retornamos a mi aldea, para volver a la vieja «Escuela Padre Maya», porque aquí en La Grita no se por que misteriosa paradoja ¡Todo calla!… La montaña se duerme y jamás inoportuna, nos regala su eterno abrazo de bienvenida y sueña que se besa con la luna, en el tálamo negro de la noche.

En este volver, La Grita recordamos que la «Escuela Padre Maya» se fundó el 26 de mayo de 1859.

La marcha indetenible de la vida nos recuerda que hace muchas lunas, esta venerada institución inició en mi aldea su interminable peregrinaje de formación liberadora. Definitivamente estamos hechos de tiempo, del tiempo que nos fermenta la vida, del tiempo que hace que crezcan madreselvas bajo los párpados, de ese tiempo de los momentáneos milenios de lluvia.

En esa querida escuela juntamos nuestras manos infantiles con las manos callosas de extraordinarios educadores para impulsar juntos la piragua de nuestras vidas compartidas.

La «Escuela Padre Maya» inicia su romería con el nombre de «Escuela de Varones».  Nació sin tener un hogar propio,  por eso la escuela realizó un amplio recorrido por varios espacios físicos de La Grita. En esa andanza cambió su identificación por  «Escuela Federal de Varones», hasta que en el año 1956, se ubicó en la Calle 3 frente a la plaza «Jáuregui» colindante con el histórico Colegio creado por Monseñor Jáuregui. A partir de entonces se identifica como  Escuela Nacional Graduada «Padre Maya» teniendo como director al profesor Ramón Naranjo Guerrero.

En todos los espacios de la escuela estaban las figuras entrañables de aquellos inolvidables educadores. Con razón lo mejor de nosotros tiene el nombre de nuestros mejores maestros. A pesar del tiempo transcurrido, su testimonio de vida sigue estando presente y sus voces nos conmueven, nos interpelan, nos exige un  actuar comprometido y solidario. En todos los momentos de la vida nos invoca al examen de conciencia, a la revisión íntima de nuestros actos para ser coherentes entre los anhelos superiores del espíritu y  nuestro diario convivir. Alfareros del espíritu fueron entre otros los maestros Ángel María Duque, Fidel Orozco y Ramón Vera Guerrero.

Recordando mis tiempos de estudiante, en otro momento dije que la venerable «Escuela Padre Maya», en ese momento erauna institución con amplios corredores, con luz y sombra para todos; con gruesos muros agrietados exhibiendo una presencia centenaria. Frente a la antigua casona estaba la Plaza Jáuregui con árboles nervudos de ramas vencidas y arrugadas por el tiempo. Esa escuela siempre estaba llena de voces, trenzada de trinos y bañada de lluvia amanecida.

Una mañana de un lejano mes de septiembre del cual han pasado muchas lunas,  llegué a ese templo del saber siendo muy niño. En esta hora invoco el recuerdo de quienes fueron alfareros de mi arcilla: Ingresé al Segundo Grado pues ya había hecho pasantía de primeras letras en la escuelita de las Hermanas Orozco. Luego imprimirían en mi alma su sello formador las maestras Zunilde Zambrano Cárdenas, Regina Laya de Chacón, Rosario Rey de Garavito y Victoria Chacón de Díaz.

Estos maestros nunca trajeron urgencias a la escuela, porque para ellos era más importante enseñarnos el credo de la vida buena, el credo de las causas más humanas, oración que incluye la causa de la justicia y de la libertad de todos, para que todos puedan compartir el llanto y la lucha con los otros que también son hermanos.En esta hora felicitamos a la ESCUELA PADRE MAYA porque ha sido una « ESCUELA  PARA  LA  VIDA ».