« NO LOS DEJARÉ HUERFANOS ».

Dr. Felipe Guerrero

En la quietud de una madrugada de este mes de mayo, asomado por una de las ventanas de «La Fortaleza»,  mirando a lo lejos el verde azulado de los cerros que protegen esta villa,  atisbo de igual el cielo lejano e infinito donde se arremolinan las nubes que impiden ver la luna.

En ese momento, en la quietud de esa madrugada conocí que en ese momento RAFAEL se durmió en la paz del señor. Partió a la hora del Conticinio, que es el instante en el cual todo está en silencio, se marchó en ese instante repleto de ausencias en el cual todo el mundo está lleno de absoluta paz.

RAFAEL: Que gran maestro fuiste porque  hasta en la hora de tu partida nos enseñaste a amar sin límites. Ahora que el conticinio ha terminado puedo asegurar que la melodía siempre resucitará.

Estos días han permitido oír múltiples opiniones de amigos y colegas quienes siempre recuerdan a RAFAEL, entre otras cualidades, por su calidez, su sencillez y su eterna disposición a servir. De las muchas opiniones vertidas por quienes tanto lo apreciaron, destaco las siguientes: Siempre fue «un ser humano generoso y servicial», lo recordamos por su «calidez humana, de quien seguiremos aprendiendo». RAFAEL «fue una persona muy respetuosa y considerada»; «RAFAEL fue un señor en todos los sentidos»; «RAFAEL fue un ser que pasó haciendo el bien a sus semejantes», con razón Aristóteles afirmó que «De todas las virtudes, la generosidad es la más estimada».

Tanto Iraima como Luis Felipe, Luis Gerardo y Mariángela aseguran que «RAFAEL sabía escuchar y tenía especial intuición para comprender las necesidades de los demás. De RAFAEL aprendimos a través de su generosidad y sencillez. Con su gran sabiduría de vida y bondad nos ha dejado un enorme legado en el corazón». RAFAEL supo ser un ejemplo de perseverancia, de fortaleza y de absoluta confianza en Dios.

Conticinio suena a silencio, a tranquilidad. Describe un momento especial, cuando todo parece dormido, cuando todo espera, cuando el ser humano está consigo mismo. En ese preciso instante RAFAEL partió a la patria de la eterna primavera

Cada vez que vuelvo a asomarme  por las ventanas de «La Fortaleza»,  escucho a lo lejos su presencia en mis recuerdos y cada ráfaga de viento devuelve a mis oídos el sonido de los cantos que tantas veces tarareábamos juntos al regresar del estadium de Pueblo Nuevo cuando celebrábamos  aquellas clamorosas e inolvidables victorias del «Equipo del Alma».

Con la despedida de RAFAEL rescato el valor de esas pequeñas cosas, porque a menudo perdemos de vista que los goces más sencillos son los que en realidad nos ayudan a disfrutar del día a día. Esas pequeñas alegrías cotidianas son las que nos permiten saborear los diminutos triunfos aunque pronto los olvidemos; por eso en esta hora rescato los versos del bardo: «En el rocío de las pequeñas cosas, el corazón encuentra su alborada y se refresca».

Tantos son los recuerdos y virtudes de RAFAEL que en esta hora doy Gracias a Dios por haberlo incorporado a mi vida como un hijo del afecto.

A lo largo de este camino muchas veces duro de nuestra vida, la existencia  nos regala la presencia de unos seres irrepetibles al que nosotros tenemos la suerte de conocer. En algún momento a esas personas las despedimos porque parten al paraíso celestial.

He visto partir a innumerables personas cuya sola presencia irradia tanta paz, pero puedo asegurar que mientras los sigamos recordando, ellos formarán  parte de nosotros.

Ahora nos reunimos en torno al altar del Resucitado. Damos gracias al Dios de la vida por su existencia, porque cada palabra que pronunció RAFAEL, quedará sellada en nuestros labios. Cada gesto que hizo, quedará grabado en nuestra retina. Cada abrazo que nos dio, quedará para siempre en nuestro cuerpo. Cada mirada que nos brindó, quedará en nuestro corazón.

El Capítulo 14 del Evangelio de Juan es  uno de los más conocidos,  porque en él Jesús se despide de sus discípulos antes de su arresto y muerte en el Calvario.

El maestro está  preparando a sus discípulos para el momento de su partida. No quería que quedaran abatidos bajo una sensación de abandono, de ahí, que una y otra vez les hace diferentes promesas. Comenzó diciéndoles que iría al cielo para preparar un lugar para ellos en la casa de su Padre, y les prometió también que después de su partida ellos harían obras mayores que las que él mismo había hecho. Pero, era difícil para los discípulos entender todo lo que el Maestro estaba intentando enseñar.  Había muchas paradojas en su lenguaje: «Me voy pero estaré con Ustedes; el mundo no me verá más pero ustedes me verán; voy a morir, pero ustedes vivirán porque yo vivo».
En una de esas grandes promesas les dice «NO LOS DEJARÉ HUÉRFANOS…» (Juan 14,18-21)

Todo dolor es más liviano con la compañía del padre y de la madre de familia. En esta la hora del Conticinio, que es el instante en el cual todo está en silencio, al despedir a RAFAEL, nuevamente resuena la voz del Maestro: «NO LOS DEJARÉ HUÉRFANOS…».

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